Urbanismo almohade de Marrakech

La evolución urbana de Marrakech durante el periodo almohade

Población: Marrakech
Provincia: Marrakech
País: Marruecos
Coordenadas geográficas: 31.632486 / -7.987545
Tipología: arquitectura civil
Nº inventario: 743


La ciudad de Marrakech fue asentada y fundada por los emires almorávides Abū Bakr b. ʻUmar (1058-1073) y Yūsuf ibn Tāšufīn (1073-1106), es decir que se trataba de una ciudad de nueva planta, fundada por la autoridad y al menos, parcialmente planificada. En lo que respecta a su localización geográfica, se encuentra en una gran llanura bien delimitada al sur por las faldas del Atlas, al este por el río Issil, al oeste por el río Nfis y al norte por el río Tansift, siendo este último en el que desembocan los dos anteriores. Con todo, la elección del enclave no fue arbitraria pues se trataba de un lugar de topografía apropiada y bien comunicado al encontrarse en una encrucijada de caminos.

Esta ciudad primitiva fue dotada inicialmente de dos elementos: el Qaṣr al-Ḥaŷar y la Masŷid al-Ṭūb (mezquita de adobe). El primero se ubicaba en el sector occidental, mientras que la mezquita, cuyos restos y ubicación son desconocidos, pudo ocupar el espacio de la aljama Ibn Yūsuf en el centro de la medina. Así, la ciudad pudo comenzar a desarrollarse en torno a esta mezquita siguiendo una repartición en función de las tribus asentadas; sin embargo, la auténtica urbanización de la ciudad tuvo lugar bajo el gobierno de ῾Alī b. Yūsuf (1106-1143), quien sabemos que además de la mezquita mencionada, emprendió la construcción de la red de jaṭṭāras que abastece a la ciudad.

En lo que respecta a su defensa, algunas fuentes escritas precisan que no fue amurallada hasta 1126, gracias al consejo del cadí cordobés Abū al-Walīd ibn Rušd, pues hasta entonces parece que solo la sede del poder, el Qaṣr al-Ḥaŷar, estaba protegido con su propia muralla torreada. Así, el trazado de la cerca de la ciudad consiste en un gran polígono irregular cuyo perímetro podría permanecer hasta el día de hoy y se podría leer aproximadamente si obviásemos tres recintos cercados que fueron agregados posteriormente (la Qaṣba almohade al sur, la judería saʻdí y el arrabal septentrional de Sīdī Abu al-‘Abbās, que fue amurallado en época alauí). En cuanto a su forma irregular, fue explicada por Deverdun como consecuencia de una tardía construcción y la adaptación a edificios y recintos ya existentes (cementerios o huertos). A ello se deberían añadir otros condicionantes geográficos como el cauce del río Issil que discurre junto al frente oriental y que, seguramente, ha determinado su trazado más quebradizo. A excepción de esto, la muralla cuenta con largos tramos totalmente rectos que contrastan con el resto, aspecto que fue interpretado por Deverdun y Wilbaux como resultado de dos fases de construcción: una primera compuesta por dos cuadrados ensamblados que rodean el Qaṣr al-Ḥaŷar y la mezquita aljama y, otra segunda, que correspondería con los demás lienzos.

Las murallas de Marrakech nunca han sido analizadas arqueológicamente y aunque consideremos que hayan podido mantener el mismo trazado que en su origen, es innegable que pueden albergar una gran cantidad de intervenciones y reformas. De hecho, una de sus consolidaciones más importantes tuvo que acaecer con gran probabilidad a la llegada de los almohades. La entrada de esta dinastía en Marrakech vino de la mano de ‘Abd al-Mu’min y fue especialmente violenta, soportando un prolongado asedio que no concluyó de manera efectiva hasta 1147. A juzgar por los testimonios que nos han llegado, la victoria llegó acompañada de graves daños y seguidamente se llevó a cabo un proceso de “purificación” que consistió en el abandono o destrucción de las mezquitas existentes.

Marrakech cuenta con una superficie de 477 hectáreas aproximadamente, lo que la convierte en una urbe de dimensión descomunal para la época, y se tiene noticia de que la ciudad almorávide contó con al menos doce puertas. Sin embargo, su evolución en época almohade es un tema muy espinoso, ya que algunas han sido históricamente renombradas y no siempre se trata de nuevos accesos. Entre las puertas que pudieron existir en época almohade se cuentan las siguientes: Bāb al-Majzan, Bāb al-‘Arā’is (Bāb al-Raḥā’ o Bāb al-Rajā), Bāb Dukkāla, Bāb Muṣūfa, Bāb Tagzūt, Bāb al-Jamīs (antigua Bāb Fās), Bāb al-Dabbāgīn, Bāb Aylān, Bāb Agmāt, Bāb Yintān, Bāb al-Ṣāliḥa, Bāb al-Šarī‘a y Bāb al-Rubb. De todas ellas se conoce con seguridad la ubicación de diez gracias a su permanencia, a los restos conservados o las indicaciones de las fuentes escritas y la toponimia. Asimismo, en algunos casos algunas de las puertas pudieron ser remodeladas o reubicadas, como por ejemplo Bāb al-Dabbāgīn, Bāb Dukkāla, Bāb al-Jamīs y Bāb al-Rubb.

Poco se sabe de la instalación de los almohades en la ciudad, aunque es de suponer que estuvo marcado por la penetración en un paisaje urbano intensamente dominado por el espectro almorávide, que escénicamente seguía perpetuo en sus monumentos y la historia de la ciudad. Ya una vez en Marrakech, ‘Abd al-Mu’min emprendió un proyecto de reorganización de la medina que se fundamentó en dos acciones. Por un lado, el asentamiento del aparato gubernamental en el antiguo Qaṣr al-Ḥaŷar. Y, por otro lado, junto a este mismo se emprendió en 1158 la mezquita Kutubiyya, como símbolo del dominio almohade sobre la misma. Esta sería la nueva aljama de la ciudad, en sustitución de la abandonada ‘Alī b. Yūsuf, y al poco tiempo experimentó una ampliación por parte del mismo califa que duplicó su superficie, lo que no hace sino demostrar la tendencia demográfica ascendente de la ciudad.

En cuanto a la morfología urbana y la estructura interior de la medina, el tejido histórico que llegó hasta el siglo XX, como muestra la fotografía aérea de 1917, revela un sistema radio-concéntrico y jerarquizado, que además pudo asimilar la trayectoria de dos antiguas vías. Por un lado, se reconoce un conjunto de arterias o calles principales que irradian desde el centro de la medina, es decir el centro almorávide (la mezquita de ῾Alī b. Yūsuf), hacia las puertas de la ciudad y en algunos casos prosiguen a continuación como caminos o se incorporan a ellos para llegar a otras poblaciones. Entre ellas se encuentran las vías que se dirigen hacia Bāb Dukkāla, Bāb Tagzūt, Bāb al-Jamīs, Bāb al-Dabbāg, Bāb Aylān, Bāb Agmāt, Bāb al-Rubb, Bāb al-Majzan y la calle de Riyāḍ Zaytūn. Esta última fue propuesta por Wilbaux como un eje que iba a la desaparecida Bāb al-Ṣāliḥa.

Por otro lado, se encuentran arterias que enlazan parejas de puertas entre sí, como, por ejemplo, los dos ejes que unen Bāb al-Jamīs con Bāb Agmāt o Bāb Dukkāla con Bāb al-Rubb. Estos se presuponen como posibles caminos anteriores a la fundación de la ciudad y que quedaron fosilizados en el tejido de la nueva ciudad almorávide, continuando su presencia y relevancia en época almohade e incluso hasta el siglo XX.

Ahora bien, la gran superficie de esta medina contemplaba la inclusión de grandes áreas de reserva que podían quedar vacías o aprovecharse como huertos. Aunque durante el periodo almohade Marrakech debió experimentar un importante crecimiento demográfico debido a su polaridad como centro administrativo, comercial y cultural, no parece plausible que llegase a colmatarse, pues a comienzos del siglo XX aun presentaba un porcentaje considerable de superficie intramuros que era utilizada como huertos y grandes propiedades cultivadas. No obstante, este será un aspecto que solo la arqueología podrá desvelar en el futuro.

Por último, un aspecto muy importante a tener en cuenta para la ciudad de Marrakech es el movimiento del centro de la ciudad, pues como sabemos, la antigua mezquita Ibn Yūsuf perdió su función como aljama e incluso pudo ser destruida para romper cualquier vínculo con los almorávides. En sustitución se levantó la mezquita Kutubiyya en el sector suroccidental de la medina, lo que constituyó un nuevo centro que articulaba la vida urbana y dio lugar a la generación de nuevas arterias que se dirigían desde este punto hacia algunas de las puertas. Sin embargo, la estructura viaria, los espacios comerciales y las dinámicas sociales estaban fuertemente consolidadas en torno a Ibn Yūsuf, por lo que este enclave nunca perdió su centralidad y viveza. Muestra de ello es la saturación de este enclave, la continuidad de la actividad comercial en torno a este epicentro y las sucesivas recuperaciones de la mezquita Ibn Yūsuf que recogen las fuentes escritas. Una de estas reformas tuvo lugar en un momento avanzado del periodo almohade, cuando pudo conformarse la mezquita Ŷāmi‘ al-Siqāya en tiempos del califa ʿUmar al-Murtaḍà (1245-1266).

A pesar de ello, sigue estando pendiente de estudio qué repercusiones urbanísticas pudo suponer la creación de la Kutubiyya. En lo que respecta a la vida comercial de la ciudad, el desplazamiento de la aljama principal pudo conllevar la consecuente intensificación del eje que unía ambos centros y que dio lugar a la concentración de los zocos en las calles que se dirigen de uno a otro. En ellas se aglomeran mercados lineales, alhóndigas y talleres, repartiéndose los gremios de forma sectorizada. No obstante, el tejido comercial y residencial adyacente a la Kutubiyya ha desaparecido por completo a lo largo del último siglo debido al acondicionamiento de este sector, por lo que el paisaje urbano actual no guarda ninguna reminiscencia del pasado. Por su parte, en lo que respecta a la vida comercial de la ciudad, algunos recintos productores que generaban mayor polución se encontraban desde época almorávide en zonas marginales como el barrio de alfareros y curtidores que se concentró en torno a la arteria de Bāb al-Dabbāg, disposición que facilitaba la evacuación de aguas usadas hacia el río Issil.

Tras casi medio siglo como capital almohade, un nuevo impulso transformador llegó de la mano del califa Abū Yūsuf Yaʿqūb al-Manṣūr (1184-1199), quien abandonó la antigua sede del poder y emprendieron la construcción de la Qaṣba en el año 1185, ocupando para ello un terreno situado al sur de la ciudad que ocasionó importantes alteraciones al frente meridional de la muralla. Según algunas fuentes, esta área podría haber estado previamente ocupada por una ampliación de la ciudad en época de su antecesor Abū Yaʿqūb Yūsuf (1163-1184), aunque hasta el momento no hay pruebas materiales que puedan definir con certeza las distintas fases que configuraron el recinto.

La Qaṣba se dispuso como un gran apéndice de la ciudad, totalmente aislado e independizado por medio de su propia muralla, dado que iba a funcionar como ciudad palatina en la que concentrar el aparato cortesano, gubernamental y militar. Es lógico pensar que estuviese organizada en sectores, de los cuales podemos reconocer al menos tres: el sector público, la plaza (raḥba o asarāg) y el sector privado o palatino. En el primero de ellos se encontraban los edificios e instalaciones de carácter público, tanto religioso como civil. Este sector se situaba intramuros de la Qaṣba en su extremo noroccidental y servía de engarce para comunicar la medina con la zona privada de la Qaṣba. Por lo tanto, era el lugar en el que se producía el encuentro entre el califa y el pueblo, y por consiguiente donde se construyó en torno al año 1189 la segunda aljama almohade de la ciudad: la mezquita de la Qaṣba o de al-Manṣūr. En las proximidades de este edificio también se tiene constancia de la construcción de otros equipamientos, tales como una alcaicería.

Para acceder a la Qaṣba desde la medina pudieron existir varios pasos, pero de ellos solo se conoce Bāb Agnāw, una gran puerta de aparato que formaba parte de un complejo sistema de accesos y que se articulaba junto con la puerta de Bāb al-Rubb. Esta última se encontraba en una posición avanzada con respecto a la muralla de la ciudad, permitiendo desplegar una plaza fortificada frente a la mencionada Bāb Agnāw. Tras ingresar por ella, 90 metros hacia el este se hallaba una placeta bordeando el frente occidental de la mezquita que permitía proseguir hacia el sur para acceder al recinto palatino. La siguiente escala en este trayecto era otra puerta situada al sur de la placeta que posiblemente era denominada como Bāb al-Ṭubūl o Bāb al-Bunūd y cuyos torreones aún se pueden advertir. Tras penetrar por este punto se ingresaba a la gran plaza (raḥba o asarāg), un espacio abierto en el que tenían lugar actos protocolarios y que antecedía al recinto palatino, donde se conocen los nombres de palacios como Dār al-Ballūr, Dār al-Rayḥān o Dār al-Mā’. Asimismo, se tiene constancia de algunos nombres de puertas internas o que comunicaban con el exterior como Bāb al-Riyāḍ, Bāb al-Qarrāqīn, Bāb al-Sādāt o Bāb al-Saqā’if. En resumidas cuentas, estas son las disposiciones de la Qaṣba almohade que conocemos de manera más objetiva, pues la identificación de sus estructuras y su organización se complica aún más con las reformas del siglo XVI que llevaron a cabo los sultanes saʻdíes.

A pesar de que la actividad edilicia almohade alcanzó niveles exagerados dentro de la ciudad con la construcción de mezquitas y otros equipamientos (como Dār al-Karāma para hospedar viajeros, o Dār al-Faraŷ para atender enfermos), no se debe obviar la influencia que su desarrollo urbano alentó sobre el alfoz circundante (puentes, vías, canalizaciones). De hecho, los recursos hídricos superficiales y subterráneos, aprovechados desde época almorávide, fueron ahora explotados de manera considerable para crear un gran número de fincas diseminadas por la llanura. Entre ellas se cuentan tanto ejemplos destacados que fueron emprendidos por los califas almohades, así como huertos más modestos que los trataban de emular.

De manera generalizada, la presencia de un gran albercón, para la provisión y el recreo, marcaba la seña de identidad de estas propiedades agrícolas que dieron lugar a una tipología de finca conocida como buḥayra. Son dos los casos estatales almohades que sobresalen en Marrakech. Por un lado, la Menara fue construida y plantada por ʻAbd al-Mu’min en 1157 con dos albercas enormes y se hallaba en una llanura al oeste de Marrakech separada 1,90 km de las murallas de la ciudad y enfrentada a Bāb al-Majzan, la puerta que daba acceso hacia el Qaṣr al-Ḥajar. Por otro lado, su sucesor Abu Yaʻqūb Yūsuf fundó la segunda gran almunia, que fue inicialmente bautizada como al-Buḥayra y que ha constituido el germen del actual Agdāl. Esta se levantó 1,70 km al sur de la ciudad, estableciendo un eje de comunicación con la Qaṣba almohade. Muestra de esta relación se conoce la existencia de una puerta en la alcazaba que daba salida al camino de la finca y que fue denominada Bāb al-Bustān o puerta del huerto. A pesar de su magnificencia, de este periodo únicamente se conoce la imponente alberca que preside la finca.

Iñigo Almela


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