Albercón de Dār al-Hanāʾ en el Agdal

Población: Marrakech
Provincia: Marrakech
País: Marruecos
Coordenadas geográficas: 31.593055 / -7.976941
Tipología: arquitectura civil
Nº inventario: 759


La finca del Agdāl consiste en un gran recinto amurallado de 340 ha y situado al sur de Marrakech, donde protege una extensa superficie cultivada que sigue en funcionamiento. A su vez, en su interior se inscribe un segundo recinto amurallado de 1,5 km que constituye el núcleo palatino de Dār al-Hanāʾ, repartiéndose por ambos recintos espacios cultivados, edificaciones de recreo y estructuras hidráulicas. Su origen se remonta al siglo XII, cuando se fundó como parte de las propiedades del estado almohade, y desde entonces ha experimentado, al igual que Marrakech, periodos de esplendor, abandono y reconstrucción. De hecho, las tres principales dinastías que han contribuido en su configuración actual otorgaron un nombre distinto a la finca; primero, como Buḥayra bajo los almohades; seguidamente, como Rawḍ al-Masarra bajo los saʿdíes; y, finalmente, como Agdāl bajo los alauíes.

Efectivamente, Marrakech es una ciudad que ha destacado desde el periodo almorávide por la presencia de huertos en su periferia, aspecto que ha sido posible gracias al aprovechamiento intensivo de los recursos hídricos. Así, a finales del siglo XII existen testimonios de numerosos basātīn y ŷannāt de grandes dimensiones que en ocasiones son referidos como buḥayra (lago), término que hace referencia a la existencia de un gran albercón (buḥayra, birka o ṣahrīŷ) en su interior y que, por extensión, pasó a referirse a toda la finca. De tal modo, parece que la disposición de un enorme depósito en el interior de los huertos pasó a constituir un patrón bastante frecuente en las llanuras que rodean la ciudad, siendo esta una solución práctica ante la necesidad de acumular agua con la que garantizar la supervivencia de los cultivos en un medio semi-árido.

El primer ejemplo del que se tiene constancia sobre este modelo de finca en el periodo almohade es la célebre buḥayra de la Menara que el califa ʿAbd al-Muʾmin (1130-1163) construyó en 1157 al oeste de Marrakech. Sin embargo, en lo que respecta a la Buḥayra almohade que originó el actual Agdāl, se estima que pudo ser obra del califa Abū Yaʿqūb Yūsuf (1163–1184), a quien se le atribuye la creación de fincas con albercas de proporciones hasta entonces desconocidas. En este sentido, a favor de considerar la Buḥayra como un proyecto de Abū Yaʿqūb Yūsuf se halla, además de algunas referencias textuales, la relación que la finca siempre ha mantenido con la Qaṣba de Marrakech, un recinto fortificado que fue adosado al extremo meridional de la medina para acoger la sede del poder y que, además, según algunas crónicas, pudo ser emprendida por este mismo califa.

En cuanto a las crónicas que ya la mencionan en tiempos de Abū Yaʿqūb, destaca al-Mann bi-l-Imāma de Ibn Ṣāhib al-Ṣalāt, quien recoge la descripción de un acto protocolario celebrado en la finca en 1171. Por otro lado, ya en el siglo XIV, basándose en relatos anteriores de otros autores, al-ʿUmarī corrobora que la finca era conocida como La Buḥayra y contenía en su interior una gran alberca y plantaciones de naranjos, informando, además, que la Qasba de Marrakech contaba con una puerta específica (Bāb al-Bustān) para salir hacia la finca. Por último, gracias a Ibn al-Jatīb se conoce de forma excepcional la identidad de un arquitecto-ingeniero que estuvo detrás del diseño. Aḥmad b. Muḥammad b. Milḥān, originario de Guadix y renombrado por vivificar grandes superficies de tierra yerma, se trasladó a Marrakech en algún momento después del año 1152 y allí se ocupó de La Buḥayra, de su construcción y de la distribución de sus aguas.

Nada se sabe sobre la finca durante el periodo meriní (siglos XIII-XV), aunque se advierte que, en consonancia con la ciudad, pudo sufrir un importante deterioro, por lo que debemos esperar hasta la llegada de la dinastía saʿdí en el siglo XVI para que las fuentes escritas vuelvan a recoger noticias y, además, den a conocer su reconstrucción bajo el nombre Rawḍ al-Masarra. Fue probablemente en tiempos de ʿAbdallāh al-Gālib (1557 y 1574) cuando se recuperó la acequia de Tassoultant, uno de los principales suministros de agua y se comenzó la restauración. Durante esta nueva etapa, tanto las fuentes locales como extranjeras reflejan un nuevo esplendor, la reforma de la alberca, la restitución del canal que la abastecía y la construcción de palacios. Por ejemplo, el comerciante Thomas Le Gendre, quien visitó Marrakech entre 1618 y 1625, informa de que ya por entonces la finca consistía en dos recintos concéntricos que se conocían como la Masarra y la Pequeña Masarra, siendo este último el que corresponde con la actual área palatina de Dār al-Hanāʾ en donde se hallan la balsa y los restos del palacio saʿdí. Por otro lado, el cautivo portugués António de Saldanha deja buena cuenta de los trabajos de reforma que llevó a cabo Aḥmad al-Manṣūr (1578-1603), llegando incluso a especificar medidas del albercón y tipos de cultivo.

No obstante, el colapso de la dinastía saʿdí a mediados del siglo XVII supuso un nuevo abandono de la finca que sin duda se vio aún más agravado con las destrucciones de Mawlāy Ismāʿīl (1672-1727) y el traslado de la sede del poder alauí a Meknés. A pesar de ello, un siglo más tarde algunos sultanes de esta misma dinastía apostaron por la ciudad de Marrakech y se conoce su interés en la restauración y expansión de la finca, que desde entonces se conoce como Agdāl y llegó a lindar con la Qaṣba. Tal es el caso de ʿAbd al-Raḥman (1822-1859) y Muḥammad IV (1859-1873), en tanto que el siguiente sultán Ḥassan I (1873-1894) llevó a cabo una transformación bastante radical, pues convirtió el recinto de Dār al-Hanāʾ en un espacio industrial y trasladó el espacio palatino a un punto más septentrional de la finca.

En lo que respecta a sus límites, se estima que durante los periodos almohade y saʿdí la finca mantuvo una extensión semejante y se hallaba completamente aislada a más de 1 km de la Qaṣba. Sus límites medievales son todavía inciertos, ya que la finca ha sido reformada en sucesivas ocasiones, aunque, de acuerdo con algunas representaciones cartográficas y testimonios arqueológicos, se ha podido plantear un recinto de forma trapezoidal. Además, como ya se ha avanzado, la finca acogía en su interior un recinto distinguido de menor tamaño que probablemente se puede remontar al periodo almohade y que en algún momento de su historia comenzó a llamarse Dār al-Hanāʾ. Este constituye el núcleo principal de la finca y se trata de un recinto amurallado que engloba los elementos más relevantes de la propiedad: alberca, áreas de cultivo selectas y edificio residencial. Ahora bien, la ubicación de este recinto con respecto a los límites hipotéticos de la finca almohade es especialmente elocuente si se tiene en cuenta que se sitúa próximo al frente meridional y, por tanto, en el punto de mayor cota, lo que le confiere una posición significativa a nivel compositivo, visual y en el reparto del agua.

Sin embargo, de todas las estructuras destacadas, probablemente sea la alberca la construcción conservada más antigua del área palatina y, por ende, la única gran obra que ha subsistido de la finca almohade. A este respecto, su pervivencia debe explicarse, además de por su magnitud y solidez, por su papel indispensable en la explotación agrícola, aspecto que ha conllevado las sucesivas refacciones y adaptaciones a lo largo de su historia. La alberca se sitúa en el eje de simetría norte-sur que sirve de configuración a todo el conjunto de Dār al-Hanāʾ y consiste en un gran reservorio formado por un sólido vaso. Este tiene unas dimensiones interiores de 208 x 181 m y una profundidad media de 2,20 m. El papel que desempeña en la finca es sustancial y se apoya en dos fundamentos. Por un lado, sirve de regulador para el riego, permitiendo acumular gran cantidad de agua para las estaciones de mayor estiaje. Pero, por otro lado, es un elemento protagonista en el diseño del recinto palatino, en tanto que sus dimensiones y configuración contribuyen de forma significativa en la percepción monumental del espacio y su disfrute. Además, como consecuencia de sus dimensiones y la topografía en ligera pendiente, se genera una relación particular con el terreno, de modo que en el frente meridional la coronación de sus muros coincide con el nivel del terreno, mientras que en el frente septentrional el muro del vaso alcanza una altura de 4,20 m. De hecho, como consecuencia de estas circunstancias la estructura incluye dos contrafuertes cúbicos de 9 m de lado que a modo de torres refuerzan los ángulos más desfavorecidos por la presión del agua.

En lo que respecta a los muros del vaso, consisten en elementos de gran espesor (5,60 m) y fueron levantados empleando argamasa encofrada, si bien, para su construcción, probablemente se pudieron emplear dos tipos de tapia yuxtapuestas. Por un lado, una mezcla más rica en cal, por estar en contacto con el agua, y, por otro lado, una más terrosa que engrosaba el espesor y confería mayor solidez. De este modo, ante el considerable espesor que presentan los muros, la coronación resultaba especialmente espaciosa y favoreció su uso como andén perimetral. Este se sitúa a la misma cota del suelo del edificio residencial, en tanto que en el resto de su perímetro adquiría una posición elevada sobre los huertos circundantes. Su actual pavimento consiste en un suelo de mortero de cal asentado sobre una gruesa losa de argamasa y queda contenido por un pretil perimetral realizado en tapia. Asimismo, este andén superior se complementa con otro inferior que rodea tres de los lados del vaso a una cota más baja y se adapta al terreno de cultivo, quedando así protegido del soleamiento gracias al amparo que ejercen el muro de la alberca y los árboles. Este andén tiene un ancho que varía entre 2,16 y 2,42 m y va acompañado por un canalillo exterior de 36 cm que cuenta con salidas de desagüe para regar los cultivos adyacentes.

Regresando a la alberca y su función hidráulica, el depósito se alimentaba por medio de un canal que desbordaba en ella por el punto medio de su frente meridional y desaguaba por el frente septentrional a través de tres aberturas de las cuales solo se conocen dos y una de ellas, la central, sigue en funcionamiento. No obstante, la mejor conservada es la boca situada en el punto medio de la mitad oriental, que está conformada por dos arcos de ladrillo superpuestos y da salida a un canalillo que recorre el perímetro del andén inferior, si bien su configuración puede estar alterada por las reformas históricas posteriores. En lo que respecta al acceso al fondo del vaso, este queda resuelto por ocho escaleras de fábrica que se disponen de forma simétrica en los ángulos y en los centros de cada lado.

Ahora bien, como ya se ha introducido, el recinto palatino de Dār al-Hanāʾ fue recuperado en época saʿdí y como parte de las intervenciones de esta dinastía se reformó la alberca y se construyó un gran palacio junto a su frente meridional. En un primer momento, parece que el vaso pudo ser reformado con un nuevo forro exterior y un recrecido de los andenes, sin embargo, gracias al visir al-Fištālī y al cautivo portugués António de Saldanha, sabemos que la transformación más significativa tuvo lugar bajo el gobierno de Aḥmad al-Manṣūr, quien, a la luz de los restos materiales que permanecen hoy, pudo crear un conjunto de escaleras para relacionar los dos andenes y, además, pudo adosar dos pabellones con surtidor en el centro de los frentes este y oeste. De estos dos, se conservan restos en el lado oriental, donde se documentó un conjunto de muros de tapia que describen un espacio de planta cuadrada de 14,5 m de lado y una escalera que desciende hasta el andén inferior. El diseño incorporaba así un eje de simetría transversal que se complementaba con el principal y enriquecía la composición del espacio.

 

Iñigo Almela


Bibliografía:
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